El eterno retorno o como un clavo saca otro clavo

- Si quieres nos vemos pero hoy no voy a ser una buena compañía.
Esa había sido la respuesta a un SMS de invitación a cenar de Carlos. Era martes y los martes acostumbraban a quedar para cenar, tomar una copa y luego ir a casa de Silvia a hacer el amor o follar que de todo había. Ese ritual se venía repitiendo desde hacía algo más de dos años de relación clandestina dado el estado civil de él. Eso exasperaba a Silvia que, aunque conocedora de la situación de Carlos desde un principio, aceptó la relación cautiva de ese enamoramiento que se acentúa con la soledad de la madurez y la necesidad de ser deseada. Más de una vez ella confesó a su amante que se sentía “enganchada” a él, que había intentado acabar con aquella historia sin hechos, pero que no había podido. Carlos le hablaba de desniveles y que, a lo mejor, debían encontrarse en la misma situación de emparejamiento para que su relación continuase adelante.
- Pero es que yo si estoy –como eufemísticamente llamaba ella a acostarse- con alguien no puedo estar con otra persona. Por eso mientras esté contigo no me iré con nadie más.
Carlos un hombre escéptico construido en varias relaciones baldías, quería creer –y de hecho durante un tiempo así fue- en lo que Silvia una y otra vez le confesaba, sobre todo cuando en dos ocasiones en ese tiempo de unión ella había intentado dejarle sin éxito.
- Estoy muy enganchada a ti y tu te aprovechas de ello –decía ella en tímido reproche que siempre acaba entre los besos y las piernas de Carlos.
A principios de dos mil ocho Silvia, armándose de un valor que parecía no tener le dijo a Carlos que no la llamase más, que no le enviase ningún mensaje. Eso fue en un SMS, como siempre ella le decía las cosas que parecían importantes a Carlos. Esta vez él tuvo la sensación que aquella si era la buena, que ya no volverían a estar juntos. Su intuición venía avalada porque un mes atrás Silvia le había comentado que una buena amiga suya había roto con un novio –separado y con posibilidades de emparejarse de nuevo- con el que había porfiado durante algo más de un año. Por lo que Carlos pudo interpretar de las palabras de Silvia la ruptura se había producido por el agobio al que su amiga sometió al susodicho, ávida de emparejamiento duradero con él. Lo que también flotaba en el ambiente de la quiebra amorosa –no confesado aún por ninguna de las partes implicadas- era la incipiente amistad entre Silvia y el pretendiente de su amiga.
- Seguro que le gustas- le había asegurado Carlos conocedor del cuerpo, más que del alma, masculina.
- No en absoluto. No le gusto. Lo que ocurre es a mi puede contarme cosas que a mi amiga no se atreve a decírselas.
Carlos sabía que no era verdad que tarde o temprano el hombre, que no era bueno que estuviese solo, volvería a querer emparejarse con la hembra que tuviese más cerca. Por eso no hizo nada por volver a ver a Silvia en unos meses hasta que, tres meses después de aquél mensaje, le atacó la nostalgia de verla y le envió un mensaje. Fue un lunes y, como no podía ser de otra manera, quedaron para el martes. Ella vino espléndida como siempre y los reproches que Silvia tenía acabaron en la cama y con sus uñas hundiéndose en la espalda de Carlos. Así pasaron dos o tres martes más, semanas en las que él pudo saber cómo había avanzado la relación de Silvia con el ex-amante de su, ahora, ex-amiga. Por lo que explicaba las salidas de ambos eran continuas pero lo hacían “como amigos” ya que “él no se había insinuado en absoluto”.
- Nos lo pasamos muy bien los fines de semana, sonreía una Silvia que ya no estaba tan convencida de las verdaderas intenciones del antiguo amante de su amiga.
- Acabarás con él. Le gustas, reiteraba Carlos.
- No puedo mientras siga enganchada a ti, decía una cada vez menos convencida Silvia.
Ese martes en el que Silvia, después de dos semanas de ausencia, decía que no iba a ser buena compañía, Carlos adivinó iba a ser el último juntos por eso le contestó.
- Para mi tu siempre eres buena compañía
- De acuerdo pero solo a cenar porque tengo a mi hija en casa y no están muy bien las cosas con ella.
La respuesta de Silvia significaba que no irían a su casa. Quería decirle que esa noche no follarían. A él le pareció un pretexto pero aún así, quiso salir a cenar con ella.
- ¿Y qué tal las cosas con tu pretendiente?, preguntó Carlos a sabiendas que ese amigo ya era algo más y que a buen seguro tenía algo que ver con la sequía amatoria de aquél martes.
- Pues bien –contestó Silvia- el sábado salimos con una amiga mía y nos reímos mucho. La verdad es que nos lo pasamos muy bien.
- ¡Vaya! ¿Y ya se te ha declarado?
- La verdad es que el domingo me dijo que le gustaba, susurró Silvia sin mirar a la cara a Carlos.
- Bueno ¡por fin se ha destapado ¡ ¿Y tú qué le dijiste?
- ¿Yo? Nada. Mientras estoy con una persona no puedo estar con otra- Esa letanía, tan conocida por Carlos, le pareció falsa. Estaba convencido que Silvia a pesar de sus convicciones se había acostado con el ex-amante de su antigua amiga y, ahora que ya eran oficialmente amantes, lo único que pretendía viéndole, era acabar de la mejor manera posible con él sin decirle que ya no le necesitaba. Se lo iba a poner fácil porque a pesar de todo podía tener algún futuro –si es que existía- con su nuevo amor.
- ¿Has oído hablar del ‘eterno retorno’? –le dijo Carlos a Silvia en un momento de la cena. Ella puso cara extrañada como si no supiese a cuento de qué venía aquello- Hace ya algunos años –continúo explicándose Carlos- un filósofo alemán llamado Nietzsche enunció esa teoría en un libro llamado “Así habló Zaratustra” y que, en síntesis, viene a decir que las cosas, las personas y el Universo en si son finitas y viven, vivimos en el tiempo que es lo único que es infinito. Por eso, sostenía el alemán, las situaciones, las cosas y las personas tienden a repetirse. Lo que tu viviste antes, lo que has vivido conmigo, esos sentimientos se repetirán de nuevo y una vez más, acabarán.
Lo cierto es que Silvia no acabó de entender muy bien lo que le quería decir Carlos con aquello, de hecho su mente parecía ya no estar allí. Acabaron la cena y Carlos la acompañó a su casa después de que ella rechazase, con una excusa que en otro tiempo no hubiese planteado, la posibilidad de irse con el coche a cualquier descampado de la ciudad a retozar. Era casi la medianoche del martes y aquél había sido su último martes. Unos días más tarde Carlos recibió un mensaje de ella felicitándole por su cumpleaños. Era un mensaje obligado y él, a su vez, la felicitó por su nueva situación deseándole suerte. Silvia le contestó con un “Hasta siempre”. Carlos hizo lo mismo a sabiendas que aquél “hasta siempre” encerraba la realidad de un “hasta nunca”.
13 comentarios
Para María, definitivamente estructurada -
Maria -
en algunos casos, esta bueno dejar la pared sin clavo... de a poco, y no se sabe como, nos damos cuenta que la pared tiene la marca del "clavo que se fue", pero "no molesta a la vista"... y cuando "encontramos al otro clavo", nos damos cuenta que sostiene toda la estructura, mucho mejor...
Besotes
Para María, dando lecciones de carpintería aplicada -
Maria -
Hay de todo...
Pasa muchas veces que una mujer espera tener en "la mira" a otro para "asegurarse" (jeje) que va a "tener" un hombre... y ahi si, un clavo saca otro clavo...
Y hay otras, en que se deja el "hueco" dejado por un "clavo", y el próximo "clavo", si es que llega, va a otro lugar...
No siempre, un clavo saca a otro clavo... depende de la pared donde se clave...
Mas besotes
Maria -
"el único compromiso que existe (para mi) es el que tengo conmigo"
Besotes
Para gaia07, sin compromisos añadidos -
Un beso siempre es compartido, sino no tien ninguna gracia... ni "suc" ;-)
Para mujer de rojo, reeditándose -
Para calma, también es de una familia magnífica -
P.S. Los de mi edad preferimos otros placeres a los de la coca, sin embargo, no me resisto ante un buen cabello de ángel.
Para 7Lunas, generosa donde las haya -
P.S. Los besos siempre son la mejor recompensa sobre todo si se acompañan de una sonrisa.
gaia07 -
Estamos llegando ya a la conclusión, creo ver, en que el compromiso a largo plazo tiene efectos adversos.
Claro que si decidimos no comprometernos con la pareja, llegará un momento en que no queramos comprometernos tampoco con las hipotecas, el trabajo, los hijos
No alcanzo a ver que inventaran para acorralarnos y mantenernos en la cadena productiva
Y pensar que todo empezó con lo mío tuyo, lo tuyo mío, tú me das eso, yo te doy esto.
Un beso compartido ;-P
mujer de rojo -
Gracias y hasta pronto.
calma -
Yo creo que lo importante de esa historia debería ser, los buenos momentos pasados, y quién sabe... tal vez más adelante vuelvan a encontrarse y sea más fácil, partiendo de la misma base, los dos con pareja, a lo mejor es más llevadero.
Besos (¿comiste mucha coca?)
7Lunas -
Es cierto un clavo saca otro clavo pero nunca son iguales, siempre son diferentes, o queda un vacío, o llena más.
Nunca y Siempre, tan antónimas y tan sinónimas, ambas demasiado grandes.
Hoy (que es lo que tengo, lo que te puedo ofrecer) Besos.